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¿Por qué no se va Vd. ya? por Francisco Garrudo Carabias

   El artículo que se puede leer a continuación, está escrito por el Catedrático y Doctor Francisco Garrudo Carabias de la Universidad de Sevilla. Desde mi persona le doy las gracias por facilitarme y poder publicar este gran artículo. Sin más aquí os lo dejo, pues mis palabras en este caso sobran.




¿Por qué no se va Vd. ya?
 

        Prescindamos de los tratamientos. Ni yo utilizaré el de Majestad o la segunda persona del plural para dirigirme a Vd., ni usted utilice, en el improbable caso de que se digne dirigirse a mí, el de Doctor. Porque, dado que yo me he ganado mi tratamiento a golpe de esfuerzo y trabajo, y Vd. simplemente ha heredado el suyo, por la bondad o estulticia de mis conciudadanos, no considero nuestros respectivos tratamientos al mismo nivel. Por lo tanto, hagamos tabula rasa, y permitámonos la mutua generosidad de ponernos al conciudadano nivel del “usted”.
       Me he enterado de que acaba de sumar a sus múltiples pecados de omisión -me va a disculpar el derecho de no entender la utilidad de la institución que Vd. encabeza- el gravísimo error de comisión de haber ido a Botswana a matar elefantes, desplazándose, alojándose, y pagando la munición con parte de mi trabajo, del que tan necesitado anda nuestro país en estos tiempos.
       Usted, un representante de una especie e institución en vías de extinción, se desplaza a unos miles de kilómetros para tratar de matar a un noble animal en peligro de extinción. Extinción, por razones muy distintas a las que motivan la probable, y espero que pronta, desaparición de la institución que Vd. encabeza en España. Porque si la extinción de la institución que usted representa va justificándose cada vez más por la progresiva racionalidad de la especie humana, que cada vez va encontrando menos razones para mantener semejante e injustificado desafuero, la extinción de una noble especie -y no quiero entrar a comparar la nobleza de un elefante con la nobleza de la que usted probablemente presume- está siendo motivada por la irracionalidad de la misma especie que le mantiene a usted en un puesto al que, si gozara usted de la mínima dignidad, se habría apresurado a renunciar.
       Aunque, por lo que acaba de hacer usted, mi justificada ira me pida que además de quejarme de su inutilidad institucional -¿qué sería de Vd. sin tanto intelectual mantenido a su alrededor que le saca las castañas del fuego?- me queje de que dilapide la poca hacienda que nos va quedando, no lo voy a hacer. No faltarán ocasiones, seguro. Pero que vaya usted tan lejos con el único fin de matar a una especie con una existencia miles de veces más justificada que la de su especie no puede dejar de sacarme de mis casillas.
      Y mi ira no le alcanza únicamente a usted. Incluso, en una pequeñísima parte, les llega a los médicos -también pagados con mi esfuerzo y el de mis conciudadanos- que le han arreglado una cadera maltrecha -justo castigo de la madre naturaleza- para que pueda usted volver a intentar repetir tan innoble acción. Ellos han hecho bien siendo fieles a un juramento hipocrático que a mí no me vincula. Puede usted estar agradecido: si de mí hubiera dependido yo le habría salvado la vida si en mi mano hubiera estado pero, en lo que se refiere a su cadera, se habría quedado usted en posición horizontal el resto de su vida. Así, por lo menos los elefantes habrían salido ganando.
      Y para terminar, ¿por qué no se va usted ya, con toda su institución, a donde sea un poco más útil y haga menos daño?

Francisco Garrudo Carabias
Doctor en Filología Inglesa
Catedrático de Universidad
Universidad de Sevilla

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